miércoles, 21 de mayo de 2008

Cartas sin destino - Segunda epístola

Estas palabras fueron arrancadas de mi corazón; la daga de tu adiós se enterró en él y me causó una muerte lenta y dolorosa.
Estas palabras deberían estar escritas en sangre, pero creo que no tengo el valor para hacerlo. Me encuentro preso de la agonía del desamor, sufriendo cada segundo que transcurre de mi miserable vida. El camino hacia lo que yo creía que era mi destino se ha desvanecido. Mi alma está herida, desgarrada por aquel mortífero sonido del rechazo.
Lentamente, se acerca mi hora final: el momento del último adiós se aproxima. Cómo quisiera que esto fuera una horrible pesadilla, pero es la más cruda realidad que haya vivido. Sólo quedan cenizas o tal vez ni siquiera eso del fuego del amor que alguna vez sentí por ti, y que aún siento en mi corazón.
La vida es demasiado cruel; ya no tengo fuerzas para luchar por un día más de felicidad. La soledad y la angustia son las únicas sensaciones que conoce mi alma condenada. Sólo puedo hablar el idioma del olvido y del eterno dolor, quienes han quedado como cicatrices de un prisionero del sufrimiento.
Jamás podré olvidar los pequeños momentos de alegría que me diste, ya sean por amor verdadero o por lástima; no lo sé, y no me interesa. Sembraste una ilusión muy placentera en mis sueños, al menos, mientras duró. Nunca pensé que llegaría esta tarde tan gris en mi vida. No puedo comprenderlo... ¿Fue algo que hice? ¿Fue algo que dije? Dime, mi amada, ¿en qué te he fallado?
No importa, ya has tomado una decisión. Te amo demasiado para hacerte cambiar de parecer, o al menos intentarlo.
Sólo quiero que seas feliz... si no es junto a mí, que así sea.

Hasta siempre...

Cartas sin destino - Primera epístola

Amada mía, tengo tanto que explicar, tanto que decir, tanto por lo que disculparme, en fin, tantas cosas que debes saber.
Te he fallado, dulce amor... No cumplí con aquella promesa que hicimos los dos tiempo atrás...
Aún no entiendo cómo pude ser tan egoísta; ¿cómo no pensé en ti? ¿Cómo pude hacerte tanto daño?
¿Qué voy a hacer ahora sin ti? ¿Quién podrá llenar tu ausencia? Estuviste siempre presente en mi corazón, y aún así, cometí el peor error de mi vida: dejarte de lado.
Naufragué en este mar de lágrimas en contra de mi voluntad; jamás podré recuperar la confianza que habías depositado inocentemente en mí.
Ya es demasiado tarde para volverse atrás, el daño ya está hecho. No tengo el valor para pedirte una oportunidad más; no la merezco.
No valoré suficientemente lo que tenía hasta que lo perdí. ¡Qué tonto fui!
Mi vida es tuya, te la entrego. Haz lo que tú quieras con ella. Ese es mi castigo.
Me condeno a olvidarte para siempre, y a no amarte jamás; eres demasiado para alguien tan cruel como yo, y no te merezco.
Dispuesto a sufrir lo que sea para reparar el daño que te hice, te digo adiós, hasta siempre...

Ausencia anunciada

Escribo en mi diario
en esta noche gris
mi amor, cuánto te extraño,
desde que te perdí...

Silencio carcelario
de una ausencia anunciada
que dejaste en mí sembrada.

jueves, 1 de mayo de 2008

A la luz de la sombra

Bajo los techos de un cielo maldito,
se mecen en silencio
las memorias de una vida
que dejé atrás, con tu partida

Y la lluvia envuelve a mi corazón
en un gota de amor, del amor
que tú no supiste darme
todo este tiempo...

¿Cuántas lágrimas se perdieron
entre las gotas de lluvia?
¿Qué sentido tiene tanto sufrir
por un alma envenenada por el engaño?

Desearía que esta tormenta
plagada de dolor arrasara
con mis sentimientos
y los desterrara al eterno castigo del olvido

Y duele el corazón por llorarte,
tantas noches a la luz de la sombra,
en un laberinto de traiciones,
y mentiras que salen de tu boca

En las profundidades de mi voz
resuenan con dolor los gritos,
los llantos y las palabras
que sufro por tu ausencia eterna

Y sé que no vendrás nunca
jamás saldrás a rescatarme
de esta oscuridad tan brillante
a la luz de la sombra