miércoles, 21 de mayo de 2008

Cartas sin destino - Primera epístola

Amada mía, tengo tanto que explicar, tanto que decir, tanto por lo que disculparme, en fin, tantas cosas que debes saber.
Te he fallado, dulce amor... No cumplí con aquella promesa que hicimos los dos tiempo atrás...
Aún no entiendo cómo pude ser tan egoísta; ¿cómo no pensé en ti? ¿Cómo pude hacerte tanto daño?
¿Qué voy a hacer ahora sin ti? ¿Quién podrá llenar tu ausencia? Estuviste siempre presente en mi corazón, y aún así, cometí el peor error de mi vida: dejarte de lado.
Naufragué en este mar de lágrimas en contra de mi voluntad; jamás podré recuperar la confianza que habías depositado inocentemente en mí.
Ya es demasiado tarde para volverse atrás, el daño ya está hecho. No tengo el valor para pedirte una oportunidad más; no la merezco.
No valoré suficientemente lo que tenía hasta que lo perdí. ¡Qué tonto fui!
Mi vida es tuya, te la entrego. Haz lo que tú quieras con ella. Ese es mi castigo.
Me condeno a olvidarte para siempre, y a no amarte jamás; eres demasiado para alguien tan cruel como yo, y no te merezco.
Dispuesto a sufrir lo que sea para reparar el daño que te hice, te digo adiós, hasta siempre...

No hay comentarios: